jueves, 8 de enero de 2009

Aire libre, libre, libre

Estaba atrapada y sin salida literalmente.

Todo sucedió de forma en que no me diera cuenta. ¡Obviamente! De haberlo sospechado, de haberlo imaginado o intuído, la historia bien hubiera sido otra y ni siquiera tendría necesidad de este descargo.

Pero me atraparon... Justo a mí, ávida de espacios abiertos.

La historia comienza cuando bajo del bus para embarcar en el flotante que me traería de regreso a casa.

Ahora que recuerdo, me agarraron dormida, eso pasó. Eran cerca de las 4 am.

Lógico. De otra forma esto nunca hubiera ocurrido.

Sí, de ninguna manera hubiera ocurrido.

Lo cierto es que posiblemente di con las personas equivocadas quienes no tuvieron problema moral alguno en no sentir compasión por mí.

Pregunto. Pregunto a la empleada de la cafetería, pregunto a los empleados del buque, y la respuesta es la misma: hasta que no subas al barco no podrás tener libertad.

Entonces me indigno por las dudas y acto seguido hago como que me distraigo y me escabullo por una puerta de salida al túnel conduce pasajeros desde los barcos a tierra.

"Ahora sí" respiro.

Pero no termino de entusiasmarme que llega el marino o un empleado de la flota que con tono mandón me dice "acá no se puede".

Estoy a punto de declararme claustrofóbica con tal que no me encierre de nuevo. Pero rápidamente lo evalúo un poco desmesurado, después de todo el corral que hacía de sala de espera tenía ventanas.

Y yo no maldigo, soy muy educada. Con la frente bien alta vuelvo al encierro.

Entonces atisbo el piso más abajo donde hay puertas de salida ¡al aire puro! Hacia allí voy. Pero se me ocurre pedir permiso para permanecer fuera, y ahí pierdo otra vez: "no se puede".

"Pero carajo", ahora sí el insulto. No al informante que mal no tiene la culpa, si no al verdadero e ignorado responsable de la injusticia.

En la jaula de nuevo, repaso mentalmente algunas muecas, gestos, incluso risitas de quienes tan amablemente me habían dicho no. ¡Ja! Les había parecido gracioso. Llego a comprender que, (¡incluso!) hubo aires de alegría en sus negativas.

Como cierta negación triunfante. ¡Pero háyase visto! Lo único que falta es que brinde disfrute con mi estado de desesperación.

Finalmente embarco y directo a cubierta.

"Ahora sí" me deleito.

Ahora sí: aire libre, libre, libre, libre para mí :)

Entonces finalmente enciendo mi tan ansiado cigarrillo.

Soy feliz y sólo sonrío.

8 comentarios:

  1. Que fanática del pitillo que sos... joder !

    ResponderEliminar
  2. Anónimo: gracias por tu comentario!

    ResponderEliminar
  3. De nada, aunque un petardo y un café sé que te pueden jaja.

    ResponderEliminar
  4. La vida es ser adicto a algo.

    ResponderEliminar
  5. Por el cigarrillo perdí a mi mejor amigo Ernesto.
    Estuvo en el hospital, le cortaron el brazo derecho, caminando por el patio me pidió un pucho y que le encendiera . Y yo, pelotudo, lo hice.
    Como a los 5 , 6 meses, una pierna, y el pelotudo me pidió otro, y yo otro pelotudo mas le di uno y se lo encendí.
    La ultima vez que lo vi hace un par de meses, la otra pierna y el hijo de puta: "Dale, prendéme uno.
    No aguante más: "Ernesto, ¿no va siendo hora de que te compres?"
    Nunca más lo volví a ver....

    ResponderEliminar
  6. Vine, ví y perdí. Ahora, al margen de mi fracaso, felicitaciones por tu pluma privilegiada jaja. Besos.

    ResponderEliminar
  7. Leí los 3, leí todo y me gustó. Me agradó tu forma de escribir, me sentí muy cómodo, volé, imaginé. Lograste lo mismo que siento al escribir. Ya te pasaré mis escritos. Empecemos a compartir.

    ResponderEliminar